La Carcel de Adelabad
He vuelto esta noche de Adelabad,
Zarrín Muqímí
la morada de los amantes desprendidos,
de las mariposas que arden en la llama del amor de Dios.
En esos gruesos e imponentes muros,
están encadenadas almas más fuertes que los muros.
Si pudiera preguntarle a esos muros: “¿Qué habéis visto?
¡Contádmelo! Habladme de los susurros del amor,
y del murmullo de las oraciones que atraviesan los barrotes de hierro
flotando en el aire a la hora del alba,
de lágrimas que lentamente resbalan por las mejillas…”
He vuelto de Adelabad esta noche,
he vuelto de la tierra de los enamorados,
de la tierra de los amantes afligidos, invitados al banquete de la tribulación.
¡Preguntadme qué he visto!
Preguntadme, para que yo os cuente que he visto la llama ardiente de la fe
en los ojos de aquel amante intoxicado;
le vi con la cabeza alta, le oí proclamar exultante:
“¡Mirad, por fin logré el deseo de mi corazón!”.
He vuelto esta noche de Adelabad,
la morada de los Majnunes a punto de la cosecha
y de los amantes que miran fijamente el rostro del Bienamado.
He vuelto del límite entre la vida y la eternidad,
entre el universo de polvo y el mundo del Reino.
Y tú, oh caminante, si aciertas a pasar por ese lugar,
detente por un momento, fija tu mirada en esos altos muros de piedra,
mira esas puertas de hierro;
luego, cierra los ojos y escucha con los oídos del espíritu,
para que por ventura puedas tú también escuchar
el murmullo que se eleva de cada piedra:
“¡Éste es el Valle del Amor, detén tus pasos!”.
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